Cristo de la Salud
Talla de madera policromada del Siglo XVI perteneciente al Barroco, de autor anónimo. Se trata de un crucificado de pequeño formato, de 64 cm. de alto y 57cm. de brazada, expirado, lanceado y sujeto con tres clavos a una cruz, que debió de ser cuadrada.
El ignorado escultor diseñó un modelo sumamente elegante, de equilibrio formalista que desprecia el canon de Policleto para buscar la esbeltez dimensional de las ocho cabezas, algo propio de la maniera, a cuyas tendencias, irremisiblemente, está adscrito, más candentemente en la afectada pose de contraposto o insinuamente torcimiento, que hace lanzar hacia su izquierda las piernas dispuestas en paralelo y flexionadas por las dobladas rodillas, mientras que la inclinada cabeza, compensa el lado opuesto. Todo labrado con notable perfección, sobre todo en la osamenta corpórea de lisa y suave masa muscular. Lo restante denota ciertos descuidos técnicos, así en el escueto y ajustado paño de pureza, con doble plegado en horizontal, el superior volcando el borde hacia fuera ajustándose a la tradición jaenera, a lo que también se apega en algo la caída, algo arqueada y sin nudo, aunque presagiando ya lo venidero en ese casi descubrir la integridad del muslo para mejor perfilar su apolínea desnudez.
Una desventura es que todo este virtuosismo quede oculto bajo las enagüillas con que tradicionalmente se cubre. Como también lo es el hecho de camuflar la bella cabeza bajo el aditamiento de esa espesa y larga peluca. Efectivamente, la perfección de la cabeza es suficiente para asegurar la excelencia de su autor. Sin corona lignaria (la que lleva metálica con potencias es sobrepuesta), se peina con raya central en surcado leve y ondulante lanzado hacia la espaldas, despejando el rostro y soltando una guedeja sobre el hombro derecho. Todo bien labrado, como entonando con la barba bífida, que para nada estorba en las correctas facciones, de ojos y boca entreabiertos, conformando un gesto de serenidad y dulzura melancólica, más favorable a la mística que a la práctica del asceta, pese a los regueros sanguinos que salpican su tez morena, más aumentado en la espaldas por la acción del flagelo, como clara nota de un incipiente naturalismo, que nos ha llegado bien conservado, pese a las restauraciones sufridas, las más recientes se deben a Domingo Sánchez Mesa, en 1942, quien le arregla los descalabros de 1936, ensamblándole su desprendida cabeza y un dedo índice; y en 1987 que Constantino Unguetti le aplicó una limpieza general.
Las Fiestas Patronales se celebraban en honor a Santa Ana, hasta el año 1833, cuando la localidad se vio afectada por un brote de peste bubónica, llegando a morir algunos de sus vecinos. Por ésta razón, y, ante el temor de los vecinos a que se repitieran más muertes, decidieron sacar en rogativas por las calles del pueblo la imagen del Crucificado que se encontraba en la Ermita. Cuenta la tradición que la epidemia desapareció, no hubo más muertes y los afectados empezaron a sanar, por lo que a partir de esa fecha, se le comenzó a llamar "Señor de la Salud". En agradecimiento se acordó celebrar las fiestas en su honor y no el de Santa Ana, como se venía haciendo. Sin embargo, para continuar la tradición, ésta se haría en las mismas fechas, en el mes de Julio, mes en que la Iglesia conmemora la Festividad de Santa Ana y Santiago Apóstol, que por ser una festividad muy arraigada en toda España, los Villargordeños la llaman, Feria y Fiestas de Santiago Apóstol, en honor al Santísimo Cristo de la Salud, y todos los años, caiga el día que caiga, se realizan del 24 al 28 de Julio.
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